domingo, 5 de diciembre de 2010

Anécdotas sobre personas con acondroplacia o familiares de ellos:

Primer Caso:
Me llamo Ana Lucia Ovalle Monroy, tengo 9 años, nací el 3 de noviembre de 1996.Mis padres se llaman: Mi mama se llama Luz Stella; nací en Bogota en el hospital el POLITECNICO.
Soy la mayor de dos hijos yo y mi hermano Jose Miguel. Poseo una característica llamada ACONDROPLASIA como la había mencionado antes. Por tanto mis huesos no crecen mucho pero mi mente y espíritu no tienen límites. Mi niñez ha sido muy normal. Me gusta lo que a una niña de 9 años le gusta hacer, lo que no me gusta es educación física porque soy muy lenta para correr.

Segundo caso:

Su alma de niño y sus ganas de vivir minuto a minuto lo distinguen. Enfrenta el reto de habitar en un mundo construido para personas con determinada talla. Quiere ser doctor y asegura que su baja estatura no será obstáculo para lograrlo. Aldridge, mide 1.10, tiene acondroplasia; es gente pequeña.
“Cuando me dieron la noticia de que mi hijo sería gente pequeña fue difícil y empecé a preguntarme por qué me tocó a mí, pero tuve que entender que así lo quiso Dios y que me lo mandó para hacerlo muy feliz. Cuando mi hijo empezaba a darse cuenta de que no crecería, me preguntaba el porqué y le daba mil pretextos hasta que un día él me dijo: ‘ay mamá, si ya sé que tengo problemas de crecimiento y seré chaparrito’, fue entonces que entendí que ya no podía darle la vuelta al tema. Aldridge lo empezó a entender”, comenta Gaby, su madre.

Tercer Caso:
Arturo Vences tiene 40 años. Trabajó como el doble del actor mexicano Tun Tun. Actualmente trabaja en la Asociación de Gente Pequeña en la labor de hacer conciencia entre los empresarios para lograr la incorporación laboral de los beneficiarios de la institución. “Lo más importante es que lo empresarios se den cuenta de que la gente pequeña tiene la misma capacidad para trabajar que cualquier persona. Es necesario lograr que su trabajo sea remunerado igual que cualquier otro”


Cuarto Caso:

Cristian mide un metro y treinta centímetros. A sus 37 años dice estar realizado porque estudió una carrera universitaria y hoy trabaja en la gobernación de Cautín a cargo de los fondos sociales. No sólo tiene plenitud laboral. Con las mujeres cuenta que también le ha ido bien, la clave –dice- está en aceptarse tal como es y no pasarse la vida tratando de ser más alto. Hoy es casi un activista de la causa y lucha porque la gente normal no los trate como enanos, sino como personas con acondroplasia, como se llama la enfermedad. A continuación se muestra a Cristian en su lugar de trabajo:


Quinto Caso:
 Soy la mayor de siete hermanos y la única con esta enfermedad. Mi familia fue maravillosa. Para ellos yo era simplemente Leisa. Me querían y me educaron como a cualquier otro hijo. Era una niña fuerte, sana y activa. Iba a clases de ballet, trepaba por los árboles, montaba en bici, nadaba, iba con mi familia de excursión y de acampada y siempre estaba rodeada de amigos. En mi infancia no tuve ningún problema que se pudiera atribuir a la acondroplasia. Más tarde, sería esta experiencia tan positiva la que favoreció mi decisión de tener hijos. Desde que puedo recordar, siempre había querido ser madre. Tenía muñecas a las que cuidaba como si fuesen de verdad. Mi madre me cuenta que mientras ella estaba dando de comer a alguno de mis hermanos, yo cogía a una de mis muñecas, me sentaba a su lado y hacía como que también le daba el pecho. Disfrutaba mucho cada vez que mi madre tenía un hijo. Quería echarle una mano en cualquier cosa que pudiera. Al ser la mayor de una familia numerosa siempre había algún niño alrededor a quien abrazar
y amar.
                                                                                             

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